domingo, 23 de noviembre de 2008

Iván Alonso se reivindica; el Murcia, no

Un gol del uruguayo evita el descalabro de la derrota, pero no el percance del empate ante una grada fatigada que pide la cabeza de Clemente
CÉSAR GARCÍA GRANERO MURCIA/ La Verdad

El empate ante el Nástic no sirve para reivindicar al Murcia, sólo a Iván Alonso, el único que sale fortalecido de otro ejercicio desfalleciente. El mal del Murcia es reconocible: su ineficacia el pasado verano. No se sabe qué es peor, si lo que ha venido o lo que se quedó. Está claro que el Murcia salió empobrecido del tictac del verano y sólo se agarra a una esperanza: que haya cuatro peores para salvarse. Eso es cambiar su objetivo, el del ascenso, por un salvavidas. Eso es vender caramelos y agarrarse a una hilacha. Es cambiar la alegría por el pavor, el de los números de Clemente, que ya no son mera estadística. Ahora son un drama.
Y mientras tanto la vida sigue igual: la puesta en escena del Murcia ante el Nástic fue la de siempre, un martirio; la respuesta de sus dirigentes no puede ser la de siempre, el inmovilismo; cruzarse de brazos para dar la sensación de que no pasa nada.
Porque sí pasa. La situación empieza a ser alarmante. El equipo se desangra poco a poco, sin lugar a la esperanza, porque nada mejora. Como ejemplo, un botón: el de la primera parte. Al Murcia no le salvó nada. No tuvo gol porque no tuvo ocasiones, y no tuvo ocasiones porque no tiene nada que le acerque a ellas. Le faltan todos los trampolines necesarios: primero, calidad; luego, todo lo que tiene que ver con ella: desmarque, regate, disparo...
No hay nada que camele a la grada, cuya benevolencia resulta inexplicable. Ayer pidió la marcha de Clemente con cierta flaqueza y se volvió al palco más bien tenue. Pareció más el pataleo de un momento que un cabreo cocinado a fuego lento. Es decir, el público se enfada, pero no explota. Mientras, en el campo continúa el despropósito habitual.
El Nástic no necesitó abrir la despensa. Le bastó con ser menos malo y aprovechar la principal debilidad del Murcia atrás: Peña. Su declive como jugador es una evidencia constante, porque se ve cada vez que el rival ataca. Su pachorra es más un peligro que una flaqueza, porque tiene lugar junto al portero. Por eso Bauzá entró solo por la banda, con tiempo de centrar como se centra en defensa, no en ataque: sin nadie cerca. La precisión así no es segura, pero sí más fácil. Y por eso el balón llegó a Jandro justo donde Bauzá quería, y tan a bocajarro que fallar hubiera sido un error inadmisible. Hubo gol, claro, no fallo.
Que un Nástic liviano, de poco peso, se fuera al descanso ganando, no habla bien del Nástic, sino mal del Murcia, que ayer al menos ganó una virtud imprescindible: evitó el desplome de las segundas partes.
Fue gracias a Iván Alonso, un jugador empeñoso, más emprendedor que atinado. A veces también da en la diana. El rival le dio metros ayer y ensayó un disparo más potente que preciso. Era un disparo con más vitaminas que maña: en todo caso, un cañonazo efectivo, porque el portero se lo comió.
El gol era un alivio, nunca una solución. Evitaba un descalabro, no un percance: el empate en casa de un equipo que nunca gana fuera. El equipo lo sabe y por eso buscó el gol al final con cierto ahínco y ante un rival con diez: había perdido a Yedra. El Murcia fue por primera vez un equipo prolífico, pero Despotovic, Dialiba y Capdevila fallaron en el área y el Murcia fatigó al portero en un empuje postrero sin resultados. Evitó así la vehemencia final de la grada, pero no la sensación poco tranquilizadora de que el Murcia ha echado el ancla y es incapaz de evitar la herrumbre de una posición en la zona de sombra.

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